Nuestros nominados: Ernesto Rodríguez

El post de autor de hoy es para otro de nuestros nominados al Premio Guillermo de Baskerville 2015: Ernesto Rodríguez, autor de El salto de Trafalgar.

A sus 31 años, Ernesto asegura no terminar de sentirse a gusto dentro de su nombre, que le parece poco comercial y de señor mayor.

«Le he preguntado mil veces a mi madre por qué Ernesto», nos cuenta. «Antes se inventaba historias (que si una peluquera del barrio le dijo que era nombre de persona lista, que si el médico de su pueblo –que era muy buen hombre– se llamaba así…) pero ya ni eso. Ahora solo me dice que ya va siendo hora de que acepte que me llamo Ernesto.»

Desde siempre, le encanta hablar y contar historias.

«No quería depender de la ouija de turno para que me siguieran escuchando cuando me fuera», dice. «Escribir era la única manera que se me ocurrió de seguir estando en esta fiesta, de seguir teniendo voz.»

A los 17, durante una primera crisis existencial, escribió una historia de unas 120 páginas llamada Anatomía Urbana de la que no está muy satisfecho. Por aquel entonces decidió que algún día publicaría un libro de verdad, cosa que consiguió a los 25 años con un manuscrito loco e incendiario que había escrito durante los últimos coletazos de la universidad (Filología Hispánica), y que le sirvió para ganar la VII edición del concurso para jóvenes escritores Valentín García Yebra.

«Wilfred y la perdición se publicó, efectivamente, pero a día de hoy, creo que es inencontrable. Me gustaría que algún día se volviera a editar y a distribuir, ya que es un libro que fue maltratado por editores, organizadores y demás actores de reparto. Una pena.»

salto-de-trafalgar-libros-prohibidosDesde entonces ha escrito mucho, sobre todo manuscritos inacabados a la altura de la página 50 o 70, como por ejemplo uno de un luchador de wrestling oriundo de Gijón al que llamaban El Lechero porque tenía vacas y, en sus ratos libres, repartía leches; o Puerta fría, un mamotreto triste de 350 páginas que acabó por predecir, medio año antes de que ocurriera, la historia de la ruptura con su ex pareja.

«De modo que puedo decir que he llegado a convertirme en mi propio personaje de un modo dolorosamente unamunesco.»

Ha intentado leer de todo y se ha ido enganchando a las trayectorias de unos cuantos escritores, como David Foster Wallace (del que siente adoración por su prosa, sobre todo cuando es traducido por Javier Calvo).

«Su forma de diseccionar y analizar el mundo que le rodeó me parece brillante, certera e inimitable.»

También admira el estilo limpio, casi quirúrgico, de Michel Houellebecq y Albert Camus, o la capacidad de Alessandro Baricco de caminar siempre en el filo de la ñoñería sin llegar a caerse (casi) nunca. Le gustan los escritores fáciles, que sostienen su grandeza en una buena historia o en una buena idea, pero no en un estilo forzadamente difícil o laberíntico. Le gusta Juan José Millás y le aburre Javier Marías.

«Me gusta Juan Marsé, porque ¿cómo no me va a gustar Juan Marsé, por dios? Paso de Juan Benet, espero que se vaya a Región y no vuelva. Me encanta Miguel de Unamuno, y Manuel Vilas también, y Borges, y García Márquez, claro. Me siento tonto cuando he intentado entender a Huidobro o a Juan Rulfo, y creo que es por dos razones: porque no valgo para interpretar sombras y porque, seguramente, soy bastante tonto.»

banjo-Ernesto-Rodríguez-Libros-ProhibidosActualmente se gana la vida como profesor de español. También hace materiales didácticos para aprender español y, puntualmente, realiza encargos como ilustrador, otra de sus pasiones. También intenta tocar el banjo, y tiene una novela danzando de editorial en editorial y de concurso en concurso: Donde escribo mi sombrero.

«Con el tiempo, he ido entendiendo que no voy a ganarme la vida como escritor, pero que no voy a dejar nunca de escribir. Lo hago porque no puedo no hacerlo, porque cada cierto tiempo necesito hacerlo y porque cuando no lo hago estoy pensando en cuándo volveré a ello.»

Lo podéis encontrar en undibujante.com.