Ignacy Karpowicz: Cuando los dioses bajaron a Varsovia y alrededores

Los dioses bajaron a Varsovia. Libros Prohibidos

Título completo: Cuando los dioses bajaron a Varsovia y alrededores. Baladinas y Romances
Título original: Balladyny i romanse
Idioma original: polaco
Año: 2016
Editorial: Rayo Verde
Género: Novela
Traducción: Francisco Javier Villaverde
Valoración: Recomendable

Un libro en el que es fácil perderse y encontrarse

Esta novela transcurre rápida pero contundente, entrecortada pero conexa, caótica pero con un desdibujado pentagrama al que se aferra para no ser engullida por su propio remolino. Una obra que habla de muchas cosas, de entre las que sobresale la pérdida y la búsqueda. Personajes extraviados, alocados, desorientados. Cultos pero confusos, asilvestrados en lo urbano pero con inclinación a lo trascendente. Personas con actitud de dioses, dioses que quieren vivir como sus creyentes en una Polonia que está de oferta para que los imperfectos habitantes de la Ciudad de las Ciudades puedan hacer una especie de turismo vital que al lector le resulta extraño. Apartamentos diminutos con cuartos de baño en los que cabe una piscina y un templo, tiempo quebrado, y un más allá, justo sobre nuestras cabezas, donde cada religión tiene su distrito y se nos presentan a unas divinidades que tienen afanes muy humanos, preocupaciones surrealistas y que, cansados de tanta eternidad, desean bajar a la tierra. Teogonías mezcladas con el callejero urbano, bodas que acaban en funeral. Un universo atípico: cálido y confuso, intrascendente e inevitable; ideal para que una galleta china de la suerte nos interpele, o para que el concepto de narración, con el ego un poco por las nubes, nos hable sobre sí mismo cuando nos acercamos al final.

Polonia, país de oferta. Cuando los dioses bajaron a Varsovia. Libros Prohibidos¿Os parece caótico? ¿Os habéis enterado de algo? Pues esperad a sumergiros en la lectura. Que conste que no quiero espantar a nadie. Mirad la valoración, ese «Recomendable» con el que quiero dar a entender que este batiburrillo merece la pena ser leído. No me ha atrevido a ponerle una nota mayor por algunos aspectos que me parece interrumpen la lectura y la alejan, en ocasiones, de una narración asentada.

Los dioses bajaron para mezclarse con los mortales, pero a veces parecen una excusa para que su creador nos lance múltiples referencias culturales, filosóficas e históricas; y eso cansa. Porque el estar escrita a golpe de capítulos breves, cada uno protagonizado por un personaje, la hace demasiado entrecortada, nos llena de dudas como lector y nos hace preguntarnos cómo va a resolver el autor semejante acumulación de circunstancias y de tramas —lo hace, con solvencia, pero nos deja por el camino cierta sensación de máquina forzada—. Porque a veces la broma, esta novela está llena de humor, se hace demasiado predecible o tópica, estropea un capítulo y nos saca de la lectura. Errores todos perdonables por los muchos aciertos que los van tapando y que nos hacen leer expectantes, con predisposición a la sonrisa, curiosos porque vamos a tener que investigar muchas referencias que no reconocemos (a pesar de las oportunas y ajustadas notas del traductor, que algo ayudan).

Encuentros forzados, fortuitos y furtivos

Todo se arma a partir de una disposición en apariencia sencilla: personajes que se topan unos con otros y confrontan sus vidas, que establecen relaciones que rozan lo increíble. El primer tercio del libro es enteramente humano, son hombres y mujeres comunes los que aparecen. Aquí demuestra el autor una habilidad especial para las descripciones costumbristas. El tono es sucio y monocorde y nada nos hace anticipar la locura que se desatará más adelante. Bueno, solo un pequeño acontecimiento trivial que está de fondo en todas las vidas que se nos presentan: en ninguna tienda hay café y las planchas han desaparecido.

La segunda parte la usa Karpowicz para presentarnos el mundo de los dioses. Aquí se suelta la melena y vemos como lo divino y lo humano no se diferencian mucho. Sobre todo notamos que están igual de perdidos y que intentan salir del paso lo mejor que pueden. Se nos enseña a todas las religiones viviendo juntas, en una Ciudad de Ciudades con distritos separados para cada una de ellas. Una gran metáfora, sí; pero también la excusa perfecta para sembrar las bases del cachondeo que vendrá luego.

Afrodita se ruborizó. Distraída, formó unas flores de lis con la espuma. Lo hizo inconscientemente. Le comenté una vez a Jesús que debería haber matado a Freud o haber provocado que se enamorara de Wittgenstein. Pero Jesús se negó, que si el libre albedrío y no sé qué gilipolleces, que si Jung, y ahora tenemos lo que tenemos: ego, id, subconsciente, terapia, interpretación, hipnosis, catástrofe, supervisión, Prozac, Xanax, George Bush e hijo, y no es más que el principio de la lista.

En el último tramo los dioses ya han bajado a la tierra, en la que viven puerta con puerta con los pobres humanos que ya conocemos. Sorprende en esta parte el desparpajo que muestra el autor para hacer creíble el absurdo que ha desatado. Quién no querría tener de vecinos a un Ares travestido que vive en pareja con un promiscuo Hermes, que acaba trabajando en una empresa de mensajería, claro; y que tienen que soportar los caprichos de Eros, hijo de ambos, que se nos muestra cruel y vengativo. Y este es solo un ejemplo de lo que encontraremos.

La broma como mecanismo para hablar de lo serio

Cuando los dioses bajaron a Varsovia y alrededores es una obra ambiciosa. Una de esas novelas en las que el autor se viene arriba y lo intenta todo: tenemos juegos con la disposición gráfica del texto, alternancia de narraciones, personajes insospechados, tonos narrativos distintos, estructuras que cambian a lo largo de la obra, prosa guadianesca que nos esconde su cauce pero que siempre sentimos fluir. Se puede decir que el artefacto no le explota al autor en las manos. Consigue ofrecernos una lectura amena, que nos reconcilia con lo no habitual, con el disfrute del absurdo y lo delirante. Vuelvo a advertir a navegantes que no es tan fiero el texto como lo pinto, quizás solo sea el asombro que se me ha quedado colgado de los dedos al terminar la lectura lo que está escribiendo esta reseña. Como si de un personaje más del cuento se tratara. Asombro toma el control a la hora de intentar ordenar mis impresiones para transmitiros qué es esta novela, qué podéis esperar de ella.

Que es un texto arriesgado ya os habréis dado cuenta. Esto es casi marca de la casa editorial que lo publica: Rayo Verde, de la que no es esta la primera obra que comentamos en nuestra web. Osado y también crítico, cínico, cómico, actual, reflexivo y desconcertante.
Ignacy Karpowicz. Libros Prohibidos

Ignacy Karpowicz, nos reta. Toma lo que podía ser una broma salida de tono y la utiliza para abrirnos su ingenio. Un afán totalizador recorre la obra, no quiere dejarse nada por el camino, los temas son muchos y se entremezclan, pero en el fondo no podemos dejar de pensar que de lo que se nos habla es de lo absurdo que resulta vivir cómo vivimos, este trasfondo crítico recorre todas las páginas. En cada personaje encontramos algo de angustia, algo de autoengaño, algo de neurosis —hiperbólica siempre—, que podrían ser las nuestras. Se trata pues de un libro espejo. Para mostrarnos el absurdo del que os hablaba, va centrando la atención en muchas de nuestras costumbres culturales, nuestros hábitos de convivencia y nuestra cerrazón mental. Nos presenta la relación de lo humano con el sexo, el dinero, la filosofía, la violencia, la historia… y todo a través de personajes a los que parece que ridiculiza, bien haciéndolos muy míseros —los humanos—, o muy extraños —los dioses—.

Terminaré esta reseña de la misma forma que la comencé, preguntándome qué es este libro. No lo sé, si os animáis a leerlo espero vuestras opiniones. Pero sí que tiene mucho de viaje feliz y despreocupado a lomos de una arpía con monóculo. Todo lo que de tradicionales tengamos rugirá furioso al afrontar esta lectura cargada de humor y sorna. Pero mientras avanzamos iremos notando que hay mucha chicha debajo del aparente humorismo, que el gallinero lisérgico que se nos presenta tapa la intención crítica. Quizás Cuando los dioses bajaron a Varsovia y alrededores sea una fotografía desenfocada de nosotros mismos en la que salimos con nuestra humanidad emborronada y con los cadáveres de nuestros dioses y aspiraciones a los pies. Una instantánea después de la cacería.

Mi nombre es Jesús. Jesús Cristo (o Jesucristo), mi apodo es Ijzis. Soy muy popular, llevo dos mil años en la cima. Aparezco principalmente en la Biblia que es junto a Hair el mayor musical de todos los tiempos.

Pero si despegamos esa fotografía y miramos su reverso hallaremos claves a paladas, guiños de crítica social y sátira, paisajes psicológicos deformados y más allá de lo posmoderno y, sobre todo, un afán de retratar miserias morales e intelectuales. Notaremos la rabia atenuada que insufla espíritu a toda la lectura. Puede que Karpowicz se pase de rosca alguna que otra vez (no sé qué tendrá en contra de los dioses), pero la curiosidad despierta pronto y ya no nos abandona durante el resto de la lectura.

Conclusión: quizás ese taconeo en el piso de arriba a las cuatro de la mañana no sea más que el regreso de Lola Flores a la tierra. Quizás ese ser silencioso al que nunca se le ven los ojos y que tiene los dedos extrañamente largos, ese hombre (?) que baja contigo en el ascensor y que va siempre cargado con su impedimenta de pescador, puede que sea Cthulhu reencarnado en un jubilado.

Si decidís abrir Cuando los dioses bajaron a Varsovia… creo que sabréis apreciar su extrañeza, su socarronería y toda la buena literatura que aguarda detrás de su apariencia de bola de nieve bajando por la ladera, hacia ti, indefenso en la seguridad de tus seguridades.

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