David Halegua: La casa de las cruces

Año: 2015
Editorial: Valinor
Género: Novela de terror
Valoración: Pasable

Me gusta mucho la literatura de terror. De hecho la considero uno de mis géneros preferidos: la disfruto enormemente, me aporta mucho entretenimiento y es para mí un gran placer encontrar nuevos autores interesantes. Aún me queda (gracias a dios) mucho por leer, pero voy poco a poco (y siempre estoy abierta a nuevas recomendaciones). La casa de las cruces pintaba bien, lo que contaba la sinopsis era bastante atrayente… pero ha resultado ser una experiencia con aspectos bastante negativos, si bien sus cosas buenas tiene. Voy por partes.

Hay una falta de originalidad bastante importante en la novela. Tiene elementos que funcionan muy bien en su conjunto, imágenes muy buenas, partes que sí son novedosas. Sin embargo, que el protagonista sea un ex perdonavidas que busca redimir sus errores en una suerte de revisitación de la parábola del hijo pródigo ya está tan visto que no significa nada. Más aún si encima gran parte de lo que hace en la novela es dar grandes tragos a cervezas bien frías y fumar. Es inevitable también mencionar en la crítica a Stephen King: el mismo autor menciona que se trata de una de sus referencias y esto se nota. La trama, el diálogo con el pasado, la lucha contra el mal más puro y las formas de tratar estos elementos se asemejan bastante a los que encontramos en obras como Salem’s Lot (cuya lectura, además, tengo reciente. Quizás por eso lo he notado más). La utilización de un pueblo estadounidense en medio de la nada también recuerda irremediablemente al autor americano. Es una lástima, pues no se asemejaría al paisaje típico de King de no mezclarse tantos elementos parecidos (en este caso el pueblo es pueblo y ya está, y oye, cada cual elige su ambientación), pero al final la suma es lo que se nota. Y no puedo abandonar esta parte de la crítica sin recordaros lo poquísimo destacable que es la clase de antagonista que podemos encontrar aquí. El mayor lugar común de la historia posiblemente, y no quiero spoilear a un posible lector, pero es una idea que casa bastante con la falta de originalidad general.

La otra gran lacra de La casa de las cruces son las demasiado abundantes reflexiones. Soy de la opinión de que cuanto más análisis conlleve la lectura de un libro, cuanto más aporte, mejor… pero una tiene un límite. Cuando de cada diálogo (frente a una cerveza bien fría, por supuesto) tres intervenciones son la opinión de un personaje acerca del destino (el tema candente del libro), la muerte o la bondad en el mundo la sensación es la de que lo que quiere el autor es mostrarte cuánto sabe. Y de verdad: una moraleja, un pensamiento, no debe estar explícita de esa manera en una novela. Hay que tener un poco más de confianza en el lector, ser más sutil, jugar con lo que se cuenta y con cómo se cuenta, de manera que lo que se pretende que impregne cale de la manera adecuada. Sobre todo en este caso desagrada la repetición machacona y poco discreta del tema del destino (como un elefante en una cacharrería, de verdad): la opinión de unos y de otros, lo que pensaba aquel que ahora piensa distinto, lo que le dijo la madre sobre ese tema veinte años ha y demás.

El resto bien. La lectura se hace increíblemente amena, entretenida, y una se descubre muy interesada en lo que puede terminar pasando. La narración, pese a esos trompicones reflexivos de abuelo cebolleta que se dan sobre todo en los diálogos, es fluida y agradable. Las descripciones y la selección de elementos que hace el autor son interesantes, muy vívidas. Lo que más me ha gustado es, sin duda, la proliferación de imágenes excelentes que tiene, hay una enormísima cantidad de escenas que merecen mucho la pena, en las que se genera la sensación de miedo y la angustia de una manera óptima. Sobre todo en la segunda mitad, cuando la trama arranca de manera definitiva (la autocaravana es magnífica, madre mía). En general el tratamiento de todos los personajes -excepto lo que ya os he dicho del protagonista- es muy correcto; me gustó mucho toda la idea de “hacerse mayor” que hay a medida que la novela va avanzando, cómo se va dejando atrás a los fantasmas del pasado, que quizás no sean tan fantasmagóricos, pero que ya están en otra época y dan igual, cómo esto va muy en paralelo a la trama principal, y me gustó el final. Lo cierto es que me esperaba otra cosa en cuanto a la acción que se desarrolla en las últimas páginas y desde luego no esperaba que se solventase así el conflicto, me parece que el autor demuestra bastante valentía en este caso; el desenlace final es potente y una visión interesante. Bien. La prescripción que darle a esta novela me resulta bastante difícil. ¿Se equilibra la balanza? ¿Algo carente de originalidad puede ser perdonado si es entretenido y una lectura agradable? ¿Son las imágenes evocadas excusa suficiente para darle una nota positiva? No lo sé: en mi caso lo consideraré un Pasable y ya veis vosotros si decidís o no leerlo. Lo dejo en vuestras manos.