Una última cuestión — Carmen Moreno

Año: 2015
Editorial: Cazador de Ratas
Género: Novela negra
Valoración: Está bien

Hoy os traigo una novedad de Cazador de Ratas, una joven editorial gaditana especializada en novela negra y cómics. Desde aquí les agradecemos el ejemplar y, sin más dilación, me pongo manos a la obra.

Una última cuestión no es un thriller policíaco al uso. Comienza con una muerte que podría ser un suicidio pero quizá no lo sea, eso sí. Tiene un detective malhumorado y atormentado, eso también. Y una colección de posibles sospechosos a cual más siniestro y miserable. En todo esto se parece a alguna otra que ya hemos reseñado por aquí. Pero lo que hace que Una última cuestión sea una novela especial es su protagonista: Verónica Lago. Es, en principio, una sesentona normal a la que la vida le ha jugado alguna mala pasada. Limpia en El Corte Inglés, está divorciada, es una entusiasta de la cerveza y lee mucha, pero que mucha, novela negra. Cuando descubre, en el patio del edificio donde vive, el cadáver de Sandra Olivé, se verá involucrada, medio queriéndolo, medio no, en la investigación para tratar de dilucidar las circunstancias en que se produjo la muerte. El inspector Castillo, por unas razones que iremos descubriendo a medida que avanza el libro, toma a Verónica como su sidekick, su Dr. Watson particular, y se embarca con ella en la tarea de interrogar, uno a uno, a los distintos vecinos del edificio. Lo que en principio parece un grupo relativamente normal de personas, se acabará revelando como un conjunto que podría haber protagonizado La Comunidad, aquella genial película de Álex de la Iglesia.

Como habrán podrido averiguar por mi entusiasmo al describir la sinopsis, el planteamiento del libro me pareció sumamente atractivo. Y es que una servidora, como Verónica Lago, es una gran aficionada a la novela negra, y cuando se le añade un toque cañí , se me hace el culo Pepsi-Cola. Habiendo terminado ya la obra en cuestión, no obstante, mi sensación es agridulce, hasta el punto de que todavía ando debatiendo conmigo misma respecto a si me ha gustado o no. Déjenme que me explique.

El fallo fundamental que le he encontrado a Una última cuestión es que la autora no ha sabido aprovechar todo el potencial que tenía la historia. En líneas generales, la trama avanza a un paso excesivamente acelerado. Verónica encuentra el cadáver demasiado pronto, el inspector Castillo la acoge como su ayudante demasiado rápido, los vecinos tienen demasiadas ganas de contar sus secretos (a nada que les tiren de la lengua ya se embarcan en un monólogo de lo más íntimo) y la verdad se descubre en un pispás, como quien dice. Y me da rabia, porque la historia es buena, pero al avanzar tan deprisa pierde verosimilitud por los cuatro costados e impide que se cree la intriga adecuada y que el lector saboree el camino como es debido.

Otro problema con el que me he topado está en los personajes secundarios. La autora quería que todos fueran unos miserables hijos de perra, y para ello, desarrolla unas cuantas historias paralelas que tienen la función de mostrar que las personas con las que convive Verónica carecen de toda moralidad. Entiendo el fin, pero los medios se me antojan exagerados. No era necesaria tanta miseria, tanto crimen, tanta falta de escrúpulos. El resultado final es inverosímil de tan chocante que lo ha querido hacer Moreno. Y es una pena, porque quitando alguna de estas historias paralelas que no añaden nada a la trama central, el efecto hubiera sido el mismo, pero ganando en verosimilitud.

Por último, he tenido algún problema con la redacción en sí, y en particular con la afición de Moreno a omitir el sujeto en las frases. Puede parecer un detalle menor, pero creo que a más de un lector le va a ocurrir que en ocasiones no sepa quién está hablando o realizando la acción que se describe. Y a los que sean tan tiquismiquis como yo, quizá les enerve ligeramente.

Ahora quizá se estén ustedes preguntando por qué leches le he puesto un está bien a una novela a la que le he encontrado tantos fallos. Pues es que resulta, y de aquí viene mi sensación agridulce, que el conjunto, a pesar de todos los inconvenientes, funciona. La historia engancha mucho y ha sido una lectura que en general he disfrutado. Tanto el comienzo, como el final, son realmente buenos, lo que hace que tienda a perdonar lo demás. Moreno también ha sabido retratar francamente bien los estragos que ha dejado la crisis en nuestra sociedad, hasta el punto de convertirlo en un libro de su tiempo, de los que la historia (como disciplina académica) agradecerá que se hayan escrito.

Por encima de todo esto, he disfrutado sobremanera con los dos personajes principales: Verónica y el inspector Castillo. A pesar de que la trama policíaca central no está desarrollada del todo como a mí me hubiera gustado, las tramas secundarias que tienen que ver con las miserias más íntimas de estos dos personajes son, sencillamente, magistrales. Más de una vez andaba yo con la mosca detrás de la oreja por algún pasaje que no me había convencido, cuando me topé con un episodio de la vida personal de alguno de estos dos perdedores (porque los pobres son auténticos perdedores) que me dejó verdaderamente con la boca abierta. Ante estos momentazos que tiene el libro (y que no son pocos), me quito el sombrero.

Por todo esto, no me queda más remedio que decir que es un libro que está bien. Tenía todas las papeletas para gustarme mucho más y me da rabia que no me haya gustado más. Los problemas que he encontrado me impiden ponerle una nota más alta, pero no por ello deja de tener unos componentes más que interesantes.